La revolución tecnológica llega a nuestra consulta de psicología para el tratamiento de múltiples trastornos de ansiedad.
Hace mucho tiempo que sabemos que las nuevas tecnologías también se integrarían como herramientas de gran ayuda para nosotros los psicólogos. El tema me interesa desde hace años.
¿Cómo? Te preguntarás, la respuesta: Realidad Virtual
Laura es una paciente con agorafobia, lo que significa para ella evitar multitud de lugares, cine, conciertos, ascensores o tiendas concurridas. Hasta ahora para poder abordar este trastorno de ansiedad, dedicábamos mucho tiempo a entrenar la capacidad del paciente para imaginar esas escenas que le generan un fuerte malestar. Poder transportarnos a esos lugares ya es algo tan sencillo como ponerle a Laura una gafas.
Para poder dar una explicación completa a cómo nos ayuda la realidad virtual es conveniente empezar por abordar la ansiedad. Por eso en este primer artículo nos vamos a centrar en definir la ansiedad y su evolución, así como una primera aproximación al tratamiento.
Partimos de la base que cuando tenemos un miedo irracional, una fobia o un problema de ansiedad, el objeto o situación que la causa es en realidad un estímulo inocuo, es decir, algo que en realidad no es peligroso, y por tanto no entraña riesgo para nuestra integridad física.
Tod@s, absolutamente tod@s nosotros tenemos ansiedad, entendida ésta como la respuesta de lucha o huída. La ansiedad la genera nuestro organismo cuando detecta un peligro.
Imagina que vas caminando por una calle céntrica de tu ciudad, por García Barbón en Vigo, por ejemplo. Te dispones a cruzar, vas distraído con el móvil, crees que el semáforo está en verde para peatón y de repente por el rabillo del ojo ves que un coche se aproxima hacia ti, en ese momento probablemente tu cuerpo reaccionará rápido, dando un salto atrás, sientes que el corazón bombea con fuerza, las piernas te tiemblan, y por un segundo te falta el aire. Estos síntomas duran unos minutos, afortunadamente no ha pasado nada, sólo ha sido un susto, y así lo interpretas, poro quizás no sepas que esta reacción de tu cuerpo es la respuesta de ansiedad y en esta situación, sí, la ansiedad te ha puesto a salvo.
Es decir, la ansiedad es una respuesta universal y adaptativa cuya finalidad es asegurar la supervivencia. Entonces, ¿Cuándo concebimos la ansiedad cómo un problema? Cuando el estímulo que la genera en realidad no es peligroso, pero por una serie de variables, tanto genéticas como ambientales (experiencias, recuerdos, aprendizajes, etc.) para la persona acaba convirtiéndose en una situación en la que el cerebro reacciona cómo si realmente fuese peligrosa.
La fobia a determinados animales, a volar, a conducir, la ansiedad ante los exámenes, ante las interacciones sociales, los ascensores o lugares abiertos, son ejemplo de situaciones que para la inmensa mayoría de las personas no entrañan demasiada dificultad o miedo. Pero para aquellas personas que desarrollan un problema de ansiedad o fobia son condiciones insoportables, dónde se desatan síntomas de elevado malestar y que intentan evitar a toda costa, y si no pueden evitar intentan permanecer en ellas lo mínimo posible, deseando escapar, temiendo por su vida, o poniendo en práctica otro tipo de conductas.
Imagina ahora a una mujer con fobia a volar que por motivos laborales tiene que viajar semanalmente de Vigo a Madrid. Siempre que pueda utilizará medios alternativos al avión cómo el coche o el tren, éstas las definimos como conductas de evitación. Pero si una reunión urgente le obligase a tomar un avión sería probable que en las horas previas empezase a experimentar sensaciones de malestar fruto de su miedo: nerviosismo, taquicardias, opresión en el pecho, sudoración, pensamientos catastróficos sobre el vuelo. Es probable que estos síntomas se intensificasen camino al aeropuerto y aún más al embarcar. De modo que para poder subir al avión esta mujer decidiese tomar un ansiólitico como herramienta para aguantar el viaje y disminuir su ansiedad, esta sería una conducta que definimos cómo escape.
Evidentemente ni las conductas de evitación ni las de escape ayudan a las personas que sufren un problema de ansiedad a superar su miedo, y sin embargo es tan frecuente que desarrollen este tipo de comportamientos porque son las que les hacen sentir cierto grado de control sobre sus síntomas. Se centran principalmente en mantener su ansiedad “a raya”, intentan a toda costa no experimentarla, o cómo último recurso, minimizar su presencia. Paradójicamente, cuanto más evitamos la situación temida, o cuanto más intentamos escapar de ella más se intensifica el problema. Con el tiempo es probable que los síntomas empeoren o empiecen a darse en otro tipo de circunstancias vitales.
¿Cómo solucionamos los problemas de ansiedad?
Cómo explicaba más arriba, la ansiedad entendida cómo problema se genera ante situaciones en las que la persona experimenta mucho miedo, y un fuerte malestar físico, psicológico y emocional, pero en situaciones que objetivamente no son peligrosas. Por tanto los tratamientos psicológicos se centran en ayudar a la persona a afrontar esas situaciones. Ciertamente existen muchos tipos de terapia, tantas cómo corrientes formativas, y distintos tipos de técnicas. Diversos estudios señalan a la terapia cognitivo-conductual como la más efectiva en estos tratamientos. La parte cognitiva se dirige a enseñar a la persona por una parte conocer la ansiedad, dando información sobre la misma, su utilidad y desmontar mitos sobre sus consecuencias; Y por otra parte, aprende a identificar las creencias erróneas e ideas catastrofistas que se generan ante la situación temida (“¿y si el avión se cae?”; “¿y si tengo tanta ansiedad que no me puedo controlar?”; “seguro que me da un ataque al corazón”), para luego entrenar una nueva forma de pensar, más racional y objetiva.
Una vez conseguimos disminuir la ansiedad mental del paciente nos adentramos en la parte más conductual del tratamiento, la que realmente enfrenta a la persona a sus situaciones ansiosas. Existen diversas variantes de esta técnica que se conoce como técnica de exposición. El nombre no deja demasiadas dudas sobre su finalidad. Debemos adentrarnos en las situaciones temidas sin evitar la ansiedad, y sin ejecutar comportamientos que den seguridad o una vía de escape. Experimentarla, vivirla, sólo así la persona podrá conocer la verdadera evolución de sus síntomas, que siempre siguen la misma pauta, aparecen, suben bruscamente de intensidad, permanecen así unos minutos, para finalmente descender a niveles bajos o manejables. Y la repetición de este ejercicio con regularidad hace que el cerebro al final entienda que en esa situación no hay un peligro real y por tanto deje de ser un foco de miedo o inseguridad.
En el siguiente artículo profundaremos en la técnica de exposición con Realidad Virtual.