Como psicóloga trabajo frecuentemente con chicos/as que no saben estudiar. Sin un buen hábito y técnicas de estudio el riesgo de fracaso escolar crece.
Es buen momento para dedicar un espacio a hablar del estudio. El año acaba de arrancar y parece propicio reflexionar sobre la forma de estudiar de muchos/as niños/as y adolescentes. En este momento contamos con los resultados del primer trimestre, podemos por tanto valorar si el esfuerzo acompaña a los resultados, a veces encontramos estudiantes que no se esfuerzan, no preparan los exámenes, no son regulares con los deberes y en general no muestran mucho interés por las tareas escolares, generalmente en estos casos la falta de motivación hacia la escuela o el aprendizaje no es adecuado.
Pero si nos centramos en aquellos alumnos/as, a los que sí les motiva aprender, les gusta ir a clase o al menos no les disgusta, disfrutan de las materias, se esfuerzan, cumplen con las tareas, estudian, probablemente también acuden a academias de mates, inglés, o ambas, y a pesar de todos estos esfuerzos sus resultados académicos no son buenos, la inercia de esta espiral de esfuerzo no recompensado acaba por generar en ellos en muchas ocasiones creencias como: «soy tonto/a»; «no tengo la suficiente capacidad»; «no merece la pena, haga lo que haga suspendo igual». La presencia de este tipo de creencias se relaciona con el fracaso escolar.
Es bastante frecuente que ante resultados como estos, los padres, busquen ayuda, a veces angustiados ante la posibilidad de que sus hijo/as efectivamente sufran algún tipo de problema de aprendizaje o emocional que interfiera en su rendimiento. Sin embargo, en la mayoría de los casos cuando hacemos una valoración general del estado del niño /a o adolescente, evaluamos con distintas pruebas su estado emocional, su autoestima, su capacidad intelectual (casi siempre normal y a veces incluso superior a la media), la presencia de alguna dificultad de aprendizaje, evaluamos la atención, en fin, todas las áreas importantes en el desarrollo, comprobamos que los resultados son correctos, pero cuando analizamos la metodología y las técnicas de estudio, ahí si es muy, muy frecuente encontrar grandes dificultades y limitaciones.
Resulta desalentador comprobar cómo estudian la mayoría de los chicos/as de primaria y secundaria, o bachillerato.Cuando escucho como es su manera de abordar el estudio comprendo sus dificultades con las asignaturas, y les resalto la importancia de aprender a estudiar.
Considero que desde la escuela se bebería potenciar más el trabajo en el propio proceso de comprensión y aprendizaje, al menos los pasos básicos.
Realmente la forma en la que se transmiten los conocimientos es un tema tan complejo, y con tantas aristas que no se puede simplificar para explicarlo en base a un único factor. Existe una expresión que pone de relieve la cuestión, el slogan que resume el método educativo en Singapur (dominante en los últimos informes PISA): «Enseña menos, aprende más». El desarrollo de esta idea propicia el mejor aprendizaje, ya que fomenta la creatividad, la búsqueda de soluciones alternativas, y la motivación por el propio proceso de aprendizaje.
Frente a esta idea, que nos postula como motor de nuestro propio aprendizaje, encontramos con demasiada frecuencia que la mayoría de los estudiantes aplican cómo principal técnica de estudio la memorización: repetirse los conceptos, una y otra vez, una otra vez, como loros, dando una importancia secundaria a la comprensión; igualmente, encontramos como principal preocupación aprobar, o sacar nota, pero el conocimiento en sí mismo, no es un factor central. Al final escuchas eso de «si total lo que enseñan en tal asignatura no vale para nada».
Estos son los errores (garrafales) más frecuentes que encontramos en cuanto a método y técnicas de estudio:
- No disponer de un lugar adecuado para el estudio.
- No dedicar un tiempo específico, crear un horario y respetarlo.
- No prestar la suficiente atención en clase, preguntar cuando algo no se entiende o completar los apuntes.
- Encontrar la idea principal, las secundarias.
- Abusar del subrayado ( a veces ves libros en los que el rotulador fluorescente daña la vista de tan extendido que está, casi que lo que destaca es lo que no esta subrayado.
- No comprender el texto, nada que ver con «chapar.»
- Utilizar la memorización (sin comprensión) como único método.
- Buscar el significado de las palabras que no se entienden.
- Relacionar lo aprendido con lo visto en otras materias u áreas.
- Hacer esquemas (breves y concisos),diferenciarlos de los resúmenes.
- Reflexionar sobre una pregunta antes de «lanzarse» a responderla.
Es evidente que cambiar el hábito de estudio no es tarea sencilla, fundamentalmente se necesita tiempo y práctica, pero es frecuente que cuando un estudiante se decide a cambiarlo no cuente con demasiado margen: el curso está avanzado, las materias ahogan, a veces también arrastran alguna asignatura del curso anterior.
Sin intentar este cambio la mayoría está abocada a la frustración, y en muchas ocasiones al abandono de los estudios o la renuncia de una determinada formación por creer, erróneamente, que no se tiene capacidad, cuando, paradójicamente, no es una cuestión de aptitud o talento, porque la clave está en la actitud, la motivación y la constancia.