El sentimiento de culpa es una de las emociones más negativas que experimentan las personas. Como psicóloga sé que su abordaje es frecuente en terapia. Algunas personas con problemas de depresión, autoestima o algunos problemas de ansiedad como en trastorno obsesivo-compulsivo acuden al psicólogo porque experimentan un fuerte malestar en parte debido a este sentimiento.
La culpabilidad está bastante extendida en nuestra sociedad, cuando intentamos dar explicación a por qué aparece y como afecta a nuestra psique encontramos varios factores.
Nuestro pensamiento adquiere unas determinadas creencias que provienen en buena medida de los estilos educativo y pautas de crianza que nos trasmiten nuestros progenitores, las experiencias vividas, al igual que el entorno en el que nos desarrollamos, a nivel cultural, económico o formativo influyen de forma clara en la forma que desarrollamos nuestro pensamiento; por otra parte la religión también se considera una fuente de la que se nutre la culpabilidad, la percepción de los que se considera pecado, la visión de las personas como pecadoras en sí mismas y la necesidad de expiación únicamente a través de la creencia y el rezo. En definitiva, la raíz de la culpabilidad es variada y por supuesto cada persona que la experimenta puede encontrar una explicación diferente pero el malestar que se asocia a la culpabilidad es muy similar en la mayoría de los casos.
La culpa lo definimos como un proceso de pensamiento irracional en el que la persona en base a esos valores o creencias que ha desarrollado a lo largo de vida piensa de forma exagerada o distorsionada que su conducta ha generado en sí mismo o en los demás algún tipo problema, o bien no ha estado a la altura de lo esperado (“Debería haber acompañado a mi padre”; “debería pasar más tiempo con mis hijos” “lo que ha hecho es imperdonable”) y por tanto se martillean y se castigan a sí mismos, se definen en términos muy negativos (“soy un inútil”, “nunca hago nada bien”).
Cuando en consulta abordamos esta cuestión, intentamos enseñar al paciente un sistema de análisis racional y equilibrado. Partimos de la situación concreta en la que se ha sentido de esa manera, y la analizamos para encontrar los pensamientos concretos que la persona genera de manera automática.
El objetivo es afrontarlos y cambiarlos si es necesario. Este proceder denominado racionalización del pensamiento suele llevar a la persona a darse cuenta de lo exagerado y negativo de su percepción, pues su forma de interpretar le lleva a creerse responsables de la felicidad de otras personas, de la tristeza o depresión de un ser querido, su sufrimiento ante una dificultad o enfermedad. Recuerdo el caso de una joven que no se perdonaba a sí misma por no llegar a tiempo al fallecimiento de su padre moribundo, este malestar se extendió durante años y acabó generando en ella un trastorno de ansiedad.
Si a menudo te sientes culpable, si te criticas de manera severa y te sientes enfadado/a o triste como consecuencia de esa sensación, te recomiendo que intentes analizarte a ti mismo/a.
Piensa en que momento o circunstancia concreta has experimentado esas sensaciones, cómo has actuado y que pensamientos concretos aparecían en tu cabeza. A continuación pon a prueba esas creencias, ¿son realmente ciertas al 100%?. ¿Fuiste tú realmente el responsable único de ese suceso? Y ¿tienes el poder de cambiarlo?.
Probablemente llagarás a la conclusión de que tus percepciones son exageradas, que no te aportan nada útil además de que te hacen sentir de una forma muy negativa. Por lo que, te invito a que intentes modificarlas.
Aprende a pensar de forma distinta y te sentirás de forma distinta.