La única persona educada es aquella que ha aprendido cómo aprender y cambiar.
Carl Rogers.
Aquí estamos con una nueva entrada de nuestro diccionario del mal carácter. Como vimos en la anterior publicación Ver Post podemos hacer muchas cosas para modificar aquellos aspectos de nuestra personalidad que nos perjudican y que se convierten en obstáculos en nuestra relación con los demás. Pero para ello, es fundamental primero aprender a identificar estos rasgos. Por eso mismo, os avanzamos algunas ideas más acerca de ciertos aspectos de nuestro carácter que solemos encontrarnos en la consulta del psicólogo/a y que pueden estar dificultando una interacción positiva con nuestro entorno:
- Egocentrismo: es un rasgo de carácter que hace que nos sintamos el centro del universo. En ocasiones utilizamos indistintamente los términos egocéntrico y egoísta, pero éstos no implican exactamente las mismas cosas. El egoísmo es un comportamiento, un acto puntual; mientras que el egocéntrico está permanentemente centrado en sí mismo/a. Aunque pueda parecer lo contrario, esto suele tener mucho que ver con una percepción de vulnerabilidad que impulsa a estas personas a estar constantemente protegiéndose y cuidando de sí mismas. En ocasiones pueden sentir que cargan con tantos problemas que les resulta incompatible pensar en los demás. Esto puede hacer que se le asocien comportamientos poco sociables y de escasa sensibilidad para con los otros.
- Falta de control: en este caso, poca explicación se requiere. Los problemas para controlar nuestro comportamiento nos convierten en personas imprevisibles y con dificultades a la hora de comprometernos, lo cual provoca desconcierto en aquellos con los que nos relacionamos. Es complicado tratar con personas con poco autocontrol, ya que no se sabe exactamente por dónde van a salir y en ocasiones su comportamiento puede ser impulsivo e irresponsable. Sin embargo, a pesar de ser una conducta muy llamativa, las terapias destinadas a entrenar el autocontrol resultan relativamente sencillas de llevar a cabo. Este tipo de comportamientos suelen ser frecuentes en adolescentes, y muchas veces nos encontramos en consulta padres que solicitan ayuda para manejar estas situaciones. Hay esperanza, el lóbulo frontal todavía no ha desarrollado todo su potencial a estas alturas 😉
«A pesar de ser una conducta muy llamativa, las terapias destinadas a entrenar el autocontrol resultan relativamente sencillas de llevar a cabo»
- Insensibilidad: hace referencia a la dificultad de ciertas personas para captar los sentimientos y emociones ajenas e impulsa a comportarse de manera en que no se tiene en cuenta a los demás. Esta es una de las quejas más frecuentes en terapia de pareja, dónde es habitual que uno de los miembros sienta que el otro no está atendiendo a sus necesidades y que se comporta de una manera fría y poco comprensiva.
- Irritabilidad: ésta tampoco necesita demasiada explicación. La irritabilidad tiene múltiples manifestaciones que van desde la facilidad con la que podemos sentirnos heridos/as o molestos/as hasta aquellas personas que saltan a la mínima o que se muestran excesivamente impacientes cuando no se cumplen sus objetivos. En algunos casos se utilizan como una manera de llamar la atención, aunque podamos no ser conscientes de ello, para reclamar los cuidados que creemos que merecemos. De alguna manera es importante comprender qué papel está jugando esa irritabilidad para poder abordarlo desde la terapia y darle una salida más beneficiosa a esos sentimientos.
- Pasividad: la pasividad puede ser uno de rasgos más problemáticos en una relación, aunque pueda pasar fácilmente desapercibida por ser un rasgo aparentemente menos destructivo que otros como la irritabilidad o la falta de control. Responder con pasividad implica inercia, dejarse llevar sin tomar nunca la iniciativa. También dentro de la terapia de pareja suele ser una queja habitual, ya que muchas de estas personas sienten que el otro miembro de la pareja no muestra interés por la relación o que le resulta indiferente a la otra persona. El clásico ejemplo de «es que nunca propones hacer nada juntos». Otras manifestaciones quizás más problemáticas de las personas con rasgos de pasividad son la sumisión o los sentimiento de tristeza que pueden acompañarlas, ya que tienen a rumiar las cosas indefinidamente sin llegar a tomar decisiones o iniciar movimientos.
Estos rasgos de carácter pueden entorpecer enormemente la convivencia armoniosa y por ello es conveniente ponerse manos a la obra para cambiarlos. Quejas acerca de la irritabilidad de nuestra pareja, comportamientos de pasividad o por falta de control son de lo más frecuentes en las consultas psicológicas, y es aquí cuando comienza lo más difícil, pero sin duda alguna, también lo más enriquecedor.
Normalmente nos encontramos con que las personas pretenden cambiar sus creencias antes de iniciar el cambio. Pongamos un ejemplo: la gente suele creer que para coger un avión, antes debe de haber superado todos sus miedos por completo. » Subiré al avión si consigo superar mis miedos». Nos encantaría decir que esto resulta fácil de lograr, pero lo cierto es que es bastante complicado conseguirlo de este modo, que hace referencia a un tipo de «causalidad lineal». La realidad es que para poder superar nuestros miedos es fundamental que nos enfrentemos a ellos, de lo contrario, nunca comprobaremos qué es lo que pasa si lo intentamos.
Con lo relativo al carácter sucede un poco lo mismo. La idea es que poco a poco vayamos iniciando cambios en nuestra forma de comportarnos que sean justo lo contrario a aquellos rasgos problemáticos que deseamos modificar. Cuando esto sucede, solemos experimentar una gran gratificación por haber conseguido algo tan complicado. Con cada pequeño gesto, el hábito se fortalece y se hace más probable que estos actos que nos han hecho sentir bien se vayan repitiendo cada vez más. Esto se entiende como «causalidad circular«, ya que el proceso comienza por la acción, y a través de la misma, se va instaurando el cambio de las creencias casi sin que nos demos cuenta.
«Con cada pequeño gesto, el hábito se fortalece y se hace más probable que estos actos que nos han hecho sentir bien se vayan repitiendo cada vez más»
Sabemos que resulta sencillo de entender pero que lo complicado es llevarlo a la práctica, sin embrago desde la psicología abundan las técnicas y las terapias que pueden ayudarnos a que este proceso se haga mucho más llevadero e incluso podamos disfrutar del camino. Por eso, si deseas más información, desde Psicología 3 Pasos quedamos a tu disposición para cualquier consulta que quieras hacernos.
¡Muchas gracias por leernos!