Las pequeñas acciones de cada día hacen o deshacen el carácter.
Oscar Wilde
Posiblemente a muchos os pueda llamar la atención semejante afirmación. ¿El carácter se elige? ¿Podemos «hacer a medida» nuestro carácter o el del compañero/a? En cierto modo es comprensible que esto nos resulte extraño, ya que en algún momento de nuestras vidas todos nos hemos justificado o excusado en base al «es que yo soy así», «es mi forma de ser»… cuando nos hemos visto atacados.
Es importante aclarar que si bien el carácter es estable en el tiempo, esto no implica que sea inalterable. De hecho, éste se va construyendo desde la infancia y se ve influenciado por las experiencias y relaciones que vamos teniendo a lo largo de nuestra vida. Así, el carácter puede ser modificado; del mismo modo que aprendemos, podemos desaprender o cambiar aquello con lo que no estamos satisfechos.
«las quejas por el mal carácter son uno de los conflictos que nos encontramos en los problemas de pareja y/o con familias, ya que éste dificulta la convivencia armoniosa y contribuye a desgastar las relaciones«
Hemos querido abordar este tema dado que las quejas por el mal carácter son uno de los conflictos que nos encontramos en los problemas de pareja y/o con familias, ya que éste dificulta la convivencia armoniosa y contribuye a desgastar las relaciones. Ser consciente de que estamos cometiendo errores es el primer paso para empezar a hacer pequeños cambios. Por eso, hemos seleccionado algunos rasgos que conforman el «mal carácter» que pueden servirnos de guía para comprobar si estamos abusando de ellos. Estad atentos:
- Anhedonia: implica la ausencia de deseos, la incapacidad para disfrutar o la actitud hipercrítica con el entorno y los que le rodean. El/la que encuentra «peros» a todo.
- Celos: resulta preocupante la aceptación que tienen los celos como una demostración de amor. Conviene recordar que previamente a ser un contrato libre entre dos personas, el matrimonio era considerado una simple compraventa de la mujer. La idea de posesión implica la creencia de tener derecho sobre la otra persona y establece relaciones de desigualdad. Ojo con los comportamientos de este tipo, sobre todo con los más sutiles.
- Dependencia: típicamente asociado a las uniones amorosas, pero frecuente en todo tipo de relaciones aunque pueda ser de modo menos evidente. Los sentimientos de dependencia debilitan al que los sufre, por considerarse incapaz o incompleto sin la otra persona, pero también afectan a aquél o aquella del que se depende, ya que pueden provocarle sentimientos de agobio o asfixia. Nadie puede hacer por ti lo que tú mismo debes hacer, la existencia no admite representantes (Jorge Bucay).
- Dificultad para cambiar: la flexibilidad y la capacidad de adaptación al cambio son fundamentales a la hora de llevar una vida menos complicada. Aquellas personas propensas a la rigidez mental, que no se cuestionan nada y que cuentan con numerosos prejuicios se darán de bruces con la realidad cuando ésta no pueda adaptarse a ellos si no cuentan con herramientas para afrontarla. Ya lo decía Darwin: «No es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente, si no la que responde mejor al cambio».
- Dominación: ésta también suele esta asociada a las relaciones de tipo amoroso y tiene mucho que ver con los ya citados celos, pero también puede ser protagonista en otro tipo de relaciones como las paterno-filiales. Un carácter dominante y controlador por parte de los padres puede dificultar el desarrollo y crecimiento de los hijos como seres diferenciados de sus progenitores. Así, puede provocar en ellos un sentido distorsionado de independencia y confianza en sí mismos. Ya sabéis, dar alas es tan importante como cuidar las raíces.