Una vez más, os acercamos un tema no exento de controversia: la pertinencia de los límites a la hora de educar. Parece que hoy en día, quizás en contraposición a corrientes educativas más autoritarias y que fueron mayoritarias hace algunas décadas, está especialmente de moda posicionarse en contra de los límites en la educación. Desde nuestra experiencia como psicólogas hemos podido comprobar que quizás hoy en día uno de los errores más comunes entre los padres en lo relativo a la educación sea posicionarse en los extremos, a pesar de poder estar basados en teorías bien fundadas. Hoy trataremos de aclarar los motivos por los que los límites y las normas no sólo no están pasados de moda, sino que son más necesarios que nunca.
Lo vemos en distintos ámbitos: En la escuela, dónde cada vez más los padres y madres reivindican que se disminuyan las cargas de sus pequeños y se posicionan en contra del profesorado. También se aprecia en el ámbito doméstico, cuando por ejemplo oímos hablar de niños/as que duermen con sus progenitores hasta que ellos lo deciden, o que toman pecho en el momento, lugar y hora que lo desean, pasando todo lo demás a un secundarísimo plano. Ojo, no es nuestra intención cuestionar ninguna de estas prácticas como tal, sino resaltar que estas conductas llevadas al extremo pueden ser menos inocentes de lo que a primera vista puede parecer.
Afortunadamente se ha avanzado mucho en materia de educación y en el conocimiento acerca del funcionamiento de nuestro cerebro en los últimos años, lo que nos ha permitido confirmar que un estilo educativo autoritario no es el más idóneo si queremos ver a nuestros hijos sanos y sensatamente felices. Sin embargo, el polo opuesto al autoritarismo tampoco es la solución perfecta, y de esto precisamente queremos hablaros hoy.
«Un estilo educativo autoritario no es el más idóneo si queremos ver a nuestros hijos sanos y sensatamente felices. Sin embargo, el polo opuesto al autoritarismo tampoco es la solución perfecta».
Poner límites no sólo facilita la adaptación futura a una sociedad, vida laboral y entorno muy demandantes en el que las limitaciones, los impedimentos y las normas están por todas partes. Quizás este sea el beneficio más conocido de los límites, pero no el único, y desde luego en mi opinión, no el más importante. Es cierto que el día de mañana nuestros hijos/as serán adultos/as con x exigencias y que el autocontrol y la autorregulación que hayan desarrollado les ayudará en la adaptación a las mismas, pero también es cierto que no tienen porqué seguir este guión y pueden salirse de lo establecido, escoger otro estilo de vida… Sin embargo, con una jornada laboral de 8 horas o no, con coche, casa e hipoteca o sin ellos, de lo que si estoy segura es de que todos coincidimos en el deseo de que nuestros hijos e hijas sean felices. Y con eso también tienen que ver los límites.
Los límites son primordiales en la educación de nuestro cerebro, que por si alguien se había despistado, no viene educado de serie. Prueba de ello es la existencia de la región prefrontal, con funciones tan importantes como la de interiorizar normas, planificar, organizar, resolver problemas y detectar fallos. ¿No crees que todo esto está muy relacionado con las posibilidades de saber desenvolverse en la vida de un modo tranquilo y sereno? ¿Te parecen herramientas que nos ayudan a conducirnos en la vida de un modo más feliz? Cada vez que fijamos una normal o ponemos límites cuando consideramos que no podemos ni debemos satisfacer un deseo de nuestro hijo/a, estamos fortaleciendo esta zona tan importante de su cerebro, dotándoles de herramientas que les permitan ser más felices el día de mañana.
«Poner límites a las conductas no adecuadas es muy importante, porque estamos evitando que se establezcan conexiones entre sus neuronas que no van a favorecer su desarrollo intelectual, emocional y social».
Nuestro cerebro funciona a través de conexiones neuronales. Poner límites a las conductas no adecuadas es muy importante, porque estamos evitando que se establezcan conexiones entre sus neuronas que no van a favorecer su desarrollo intelectual, emocional y social. Por ejemplo, si evitamos que se genere una conexión neuronal entre ponerse a chillar y darle lo que pide, estaremos ayudando a evitar que se produzca una conexión que haga que en el futuro el niño reproduzca esa conducta. Pero añadiría algo más, poniendo límites no sólo cortamos las conductas no deseadas, lo que favorece la mejora del autocontrol del niño; sino que facilitamos que busque otras alternativas, con lo que le ayudamos a que sea más flexible y adaptable. Si lo que quiere es ver la tele a la hora que le apetezca y no entramos al trapo en su berrinche, pero somos comprensivos y le permitimos que escoja otras alternativas, estaremos entrenando su tolerancia, pero también facilitando la creatividad y la resolución de problemas. Si conseguimos entonces aplicar límites sin perder la calma y acompañando a nuestros hijos/as en el proceso emocional que requiere la gestión de la frustración que esto les supondrá, ¡entonces ya es para nota! Porque sí, aunque pueda parecer lo contrario, poner límites no tiene nada que ver con la dureza o la autoridad. Debemos aplicar límites con el mismo cariño y calma con la que les damos el beso de buenas noches o les deseamos que pasen un día estupendo en el colegio. Los límites son una expresión más del amor hacia ellos.
Eso si, es importante hacerlo desde el principio ya que si estos hábitos se van afianzando, podremos permitir que el niño/a siga avanzando en su maduración el lugar de obligarlos a seguir pelando por los mismos temas una y otra vez, que es un error en el que solemos caer frecuentemente. Así que ya sabéis, si os estáis encontrando con alguna dificultad en este terreno y no queréis dejarlo pasar, no dudéis en contactarnos, en Psicología3pasos estaremos encantadas de ayudaros.