Hace unos días leí un artículo sobre el lanzamiento del fármaco Addy, fármaco para tratar problemas de bajo deseo femenino. Por si no lo sabéis el tratamiento psicológico para las dificultades con el deseo son casos con los que trabajo frecuentemente en consulta.
Mi intuición profesional se decantaba por creer que la mal llamada “viagra femenina” no iba a triunfar en este caso; y parece que se confirma, a la vista de los pobres resultados en ventas en las primeras semanas de lanzamiento en Estados Unidos, y me ha parecido interesante en este momento opinar sobre un problema como es el bajo deseo femenino. ¿Realmente se puede abordar esta disfunción sexual únicamente desde la terapia farmacológica?.
De entrada no creo que se pueda comparar a Addy con el conocido Viagra, fármaco que trata otro tipo de disfunción, la erectiva, en los hombres, aunque también mi opinión y experiencia me han demostrado que la pastillita azul no es una verdadera solución. No se pueden comparar entre otros motivos por su actuación, mientras que el principio activo de Viagra es un compuesto que regula el flujo sanguíneo en el pene y tiene un por tanto efecto inmediato, en Addy el principio activo es un antidepresivo y sus efectos se ven en el mejor de los casos a medio plazo (entre 15 y 20 dias). Además Addy, a diferencia de Viagra, está indicada para un segmento de edad muy limitado: mujeres premenopaúsicas. Pero ¿Pero los problemas de deseo inhibido en mujeres afecta únicamente a aquellas con desarreglos hormonales causados por la menopausia?
Lo que realmente me gustaría resaltar es que la inmensa mayoría de las disfunciones sexuales tienen una carga fundamentalmente psicológica, y por tanto sin nuestra disciplina el abordaje nunca es completo.
En los casos que he tratado en mi consulta de Vigo, de mujeres con problemas de bajo deseo o deseo inhibido me he encontrado con dificultades para disfrutar del sexo (mayoritariamente en pareja) están condicionadas por una inadecuada educación sexual y el aprendizaje erróneo de la respuesta sexual en las experiencias afectivas, entre otros factores.
Son mayoritarios los casos en los que es importante reformular ciertas creencias que tienen que ver con el sexo, y la sexualidad en general; es bastante frecuente encontrar a mujeres (de todas las edades) a las que les avergüenza abordar estos temas con su pareja: la excitación, el placer, las fantasías, como si trasmitir a las parejas que es lo que les gusta o lo que no, fuese algo inapropiado o que se asociase a una conducta desviada.
En muchas situaciones las mujeres han acabado por renunciar a esa parcela de placer, ven en el sexo una obligación, o un trance que hay que pasar y lo hacen en muchos casos por la simple satisfacción de la pareja. Parece muy difícil que con esta perspectiva se pueda disfrutar mínimamente en este terreno.
Desde la terapia se trabaja intensamente en dos grandes planos: la modificación de creencias inadecuadas relacionadas con el sexo, el deseo o la sexualidad femenina y sobre todo la comunicación con la pareja “dentro y fuera de la cama”.